Por lo general, cuando las personas escuchan sobre la contaminación plástica, pueden imaginar aves marinas con el estómago lleno de basura o tortugas marinas con pajitas de plástico en la nariz. Sin embargo, la contaminación plástica plantea otra amenaza invisible a simple vista y con importantes consecuencias para la salud humana y animal.
Los microplásticos, pequeñas partículas de plástico presentes en muchos cosméticos, pueden formarse cuando materiales más grandes, como ropa o redes de pesca, se descomponen en el agua. Los microplásticos ahora están muy extendidos en el océano y se han encontrado en pescados y mariscos, incluidos los que come la gente.
Como investigadores que estudian cómo se propagan los patógenos transmitidos por el agua, queríamos comprender mejor qué sucede cuando los microplásticos y los patógenos que causan enfermedades terminan en la misma masa de agua. En nuestro estudio reciente publicado en la revista Scientific Reports, descubrimos que los patógenos de la tierra pueden llegar a la playa en pedazos microscópicos de plástico, proporcionando una nueva forma para que los gérmenes se concentren a lo largo de las costas y viajen a las profundidades del mar.

Investigando cómo interactúan los plásticos y los patógenos
Nos enfocamos en tres parásitos que son contaminantes comunes en el agua marina y los mariscos: los protozoos unicelulares Toxoplasma gondii ( Toxo ), Cryptosporidium ( Crypto ) y Giardia. Estos parásitos terminan en las vías fluviales cuando las heces de los animales infectados y, a veces, de las personas, contaminan el medio ambiente.
Crypto y Giardia causan enfermedades gastrointestinales que pueden ser mortales en niños pequeños y personas inmunodeprimidas. Toxo puede causar infecciones de por vida en las personas y puede resultar fatal para las personas con sistemas inmunológicos débiles. La infección en mujeres embarazadas también puede causar aborto espontáneo o ceguera y enfermedad neurológica en el bebé. El toxo también infecta a una amplia gama de vida silvestre marina y mata especies en peligro de extinción, incluidas las nutrias marinas del sur , los delfines de Héctor y las focas monje de Hawai.
Para probar si estos parásitos pueden adherirse a las superficies de plástico, primero colocamos perlas y fibras de microplástico en vasos de precipitados con agua de mar en nuestro laboratorio durante dos semanas. Este paso fue importante para inducir la formación de una biopelícula, una capa pegajosa de bacterias y sustancias gelatinosas que recubre los plásticos cuando entran en aguas dulces o marinas. Los investigadores también llaman a esta capa pegajosa eco-corona. Luego agregamos los parásitos a las botellas de prueba y contamos cuántos quedaron atrapados en los microplásticos o permanecieron flotando libremente en el agua de mar durante un período de siete días.
Las biopelículas son grandes comunidades de microbios que pueden formarse en casi cualquier superficie, incluidos los dientes.
Descubrimos que un número significativo de parásitos se adhería al microplástico, y este número aumentaba con el tiempo. Tantos parásitos se unían a las biopelículas pegajosas que, gramo por gramo, el plástico tenía dos o tres veces más parásitos que el agua de mar.
Sorprendentemente, descubrimos que las microfibras (comúnmente de la ropa y las redes de pesca) albergaban una mayor cantidad de parásitos que las microesferas (comúnmente encontradas en los cosméticos). Este resultado es importante, porque las microfibras son el tipo de microplástico más común que se encuentra en las aguas marinas, en las playas costeras e incluso en los mariscos.
Los plásticos podrían cambiar la transmisión de enfermedades en los océanos
A diferencia de otros patógenos que se encuentran comúnmente en el agua de mar, los patógenos en los que nos enfocamos se derivan de animales terrestres y humanos. Su presencia en ambientes marinos se debe íntegramente a la contaminación por desechos fecales que acaban en el mar. Nuestro estudio muestra que los microplásticos también podrían servir como sistemas de transporte para estos parásitos.
Estos patógenos no pueden replicarse en el mar. Sin embargo, viajar en plástico a los ambientes marinos podría alterar fundamentalmente la forma en que estos patógenos se mueven en las aguas marinas. Creemos que los microplásticos que flotan a lo largo de la superficie podrían potencialmente viajar largas distancias, esparciendo patógenos lejos de sus fuentes originales en la tierra y llevándolos a regiones a las que de otro modo no podrían llegar.
Por otro lado, los plásticos que se hunden concentrarán patógenos en el fondo del mar, donde viven animales que se alimentan por filtración como almejas, mejillones, ostras, abulones y otros mariscos. Una capa de biopelícula pegajosa puede camuflar los plásticos sintéticos en el agua de mar, y los animales que normalmente comen material orgánico muerto pueden ingerirlos sin querer. Futuros experimentos probarán si las ostras vivas colocadas en tanques con y sin plástico terminan ingiriendo más patógenos.

Un problema de One Health
One Health es un enfoque de investigación, política y medicina veterinaria y humana que enfatiza la estrecha conexión entre la salud animal, humana y ambiental. Si bien puede parecer que la contaminación plástica afecta solo a los animales en el océano, en última instancia, puede tener consecuencias en la salud humana.
Nuestro proyecto fue realizado por un equipo multidisciplinario de expertos, que van desde investigadores de microplásticos y parasitólogos hasta biólogos y epidemiólogos de mariscos. Este estudio destaca la importancia de la colaboración entre disciplinas humanas, animales y ambientales para abordar un problema desafiante que afecta nuestro entorno marino compartido.
Nuestra esperanza es que una mejor comprensión de cómo los microplásticos pueden mover los patógenos causantes de enfermedades de nuevas maneras anime a otros a pensar dos veces antes de buscar esa camiseta de poliéster o popote de plástico.