Posiblemente Joseph Beyrle fue el único militar estadounidense de la historia que alcanzó a combatir en el Ejército Rojo, reconocido como héroe de guerra tanto en Estados Unidos como en la URSS. En 1994 recibió una condecoración de manos del entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin.
Joseph R. Beyrle nació en Muskegon, Michigan, el 25 de agosto de 1923. Sus abuelos habían emigrado a los Estados Unidos desde Baviera en el sur de Alemania, por lo que aprendió a hablar alemán antes que inglés. En su primer año en la escuela, su maestro decidió devolver a casa al pequeño Joe debido a su pésimo inglés, para que su familia lo puliera un poco.
La estrepitosa caída de la bolsa de valores en 1929 marcó el comienzo de un período de diez años de inestabilidad económica mundial. En 1933, el desempleo en los Estados Unidos había alcanzado un veinticinco por ciento. Por ese motivo, la familia de Joseph pasó por una gran precariedad económica.
Sin embargo Joseph Beyrle se graduó en la Escuela Secundaria San José el 7 de junio de 1942, fue elegido como el de Mejor Temperamento, el Mejor de la Clase y el Mejor Vestido. Joe también era un dotado atleta que sobresalió en béisbol y atletismo. Podía correr una milla en menos de cinco minutos, una hazaña que llamó la atención de los reclutadores universitarios, se le ofreció una beca de la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana, para jugar béisbol para los Fighting Irish. Si bien esta era una oportunidad increíble, Beyrle decidió rechazar la beca para presentarse como voluntario al Ejército de los Estados Unidos. En Muskegon, un cartel de reclutamiento en particular había llamado la atención de Joe. Mostraba un paracaidista del Ejército armado con una pistola ametralladora Thompson colgando de un paracaídas después de saltar de un avión, el texto resaltado en negrita en la parte inferior decía: “Saltar a la lucha”. Este mensaje subliminal llevó al joven Joseph Beyrle a convertirse en paracaidista.
Como paracaidista norteaméricano, Joseph Beyrle participó en varias misiones secretas para entrar en contacto con la “resistencia” francesa y entregarles monedas de oro, lo cual logró con éxito sin ser detectado por los alemanes.
El 5 de junio de 1944, después de días de la planificación, preparación y de tensa espera en sus barracones, los paracaidistas finalmente recibieron la orden de alistarse para la tan esperada invasión a la “Festung Europa”. El objetivo: “Normandía”, a Joe se le dibujó una nerviosa sonrisa, era el lugar donde él ya había estado 2 veces, pero no podía revelárselo a sus compañeros.
El 17 de septiembre de 1944, llegó al Stalag Beyrle IIIC en Alt Drewitz, Alemania (actual Polonia), a escasos cuarenta y cinco millas al este de Berlín. Su grupo fue el primero de los más de 2.000 prisioneros de guerra estadounidenses, franceses, británicos, soviéticos, italianos, serbios y belgas que se concentrarían allí. Un día, mientras trabajaban fuera del recinto, los prisioneros intentaron robar patatas de un carro y fueron disparados por los guardias alemanes. Un prisionero murió y Beyrle recibió un disparo en el brazo derecho.
Como todo grupo de prisioneros pasó poco tiempo antes que comenzaran a haber intentos de fuga, todos frustrados por los alemanes. Joe se unió al grupo encargado de planear y organizar las fugas. En enero de 1945, el incorregible sargento Beyrle una vez más estaba buscando escaparse. Los prisioneros guardaban secretamente una radio en sus barracas, que los mantenía al tanto de la guerra. La información más reciente era que el Ejército Rojo avanzaba rápidamente a través de Polonia. El 12 de enero de 1945, el Ejército Rojo lanzó una ofensiva masiva desde el río Vístula en Polonia Central hacia el río Oder en el este de Alemania. Varsovia cayó en manos de los rusos el 17 de enero, seguido de Cracovia y Lodz el 18 de enero. En pocos días las tropas soviéticas se encontrarían en territorio alemán. Beyrle llegó a la conclusión de que su mejor esperanza de libertad era hacer contacto con los rusos que avanzaban.

Después de muchas discusiones, Beyrle y sus compañeros Brewer y Quinn elaboraron otro audaz plan para escapar. Cuando estuvieran en el patio de ejercicios, uno de ellos fingiría una indisposición y los otros buscarían una camilla. Los tres se dirigirían al dispensario, mientras que los otros prisioneros en el patio iniciarían una pelea para distraer a los guardias. El plan se desarrolló casi a la perfección ya que los alemanes fueron distraídos por la conmoción en el patio. Llevando a Quinn en la camilla, Beyrle y Brewer atravesaron la puerta del dispensario, pero una vez fuera de la vista, se escondieron en el interior de barriles que estaban en un vagón de suministros. A las afueras del campamento, el carro se volcó después de pisar una piedra y hacer un giro brusco, los tres polizones cayeron cuando los barriles rodaron por el suelo. Cuando los fugados intentaron correr a esconderse, los guardias abrieron fuego, abatiendo a Brewer y Quinn. Los alemanes soltaron a sus perros guardianes, pero Beyrle alcanzó a meterse en un arroyo cercano, donde los perros perdieron su rastro. Habiendo escapado de su cautiverio, Joe comenzó a caminar hacia el este con la esperanza de llegar a las líneas rusas.
Durante los siguientes tres días, el sargento Beyrle se movió cuidadosamente a través de territorio alemán, guiado por los sonidos de artillería y disparos se dirigió hacia la línea del frente. Durante un día de intensos combates entre las tropas de la Wehrmacht y el Ejército Rojo, Joe buscó refugio en un granero. Durante la noche, Joe escuchó ruido de tanques que se estacionaban en las cercanías, por las dudas, se escondió más profundamente en el pajar. Eran elementos avanzados del 1er Ejército de Tanques de la Guardia que habían alcanzado su posición. Al amanecer Beyrle salió con las manos en alto, caminando con cautela hacia los rusos que tenían sus armas apuntándole. Levantó un paquete de cigarrillos Lucky Strike y gritó las únicas palabras que conocía en ruso: Amercanski tovarish! (camarada americano!), las había aprendido de los prisioneros rusos a los que compartía su alimento a escondidas de los alemanes. Amercanski tovarish! repitió varias veces agitando el paquete de cigarrillos, naturalmente, los soldados ruso desconfiaron del extraño, vestido con un harapiento uniforme desconocido, pero después de unos momentos de tensión, decidieron llevarlo ante su oficial político.
El sargento Beyrle se sorprendió al ver que esta unidad estaba operando tanques americanos M 4 Sherman entregados a la Unión Soviética como parte del Programa de Préstamo y Arriendo, eran elementos avanzados del 1er Ejército de Tanques de la Guardia que habían alcanzado su posición. Por fortuna el comisario político comprendía el inglés y lo llevó frente al comandante de la unidad blindada. Joe se sorprendió aún más al descubrir que el comandante ruso era una joven mujer, de cautivadora sonrisa, altamente condecorada y muy respetada por su tropa. No entendió o no retuvo su nombre, solo la conoció como “Mayor” (probablemente era la Mayor Aleksandra Samusenko, que moriría trágicamente poco tiempo después, en marzo de 1945, aplastada por las orugas de uno de sus propios tanques). La intención de la comandante era la de mandar a Beyrle a retaguardia y pedir que sea repatriado, pero no era esa la intención de Joe.
Durante los siguientes días, el sargento Beyrle rápidamente demostró ser una valiosa adquisición para los rusos. Usó sus conocimientos sobre demolición para volar los árboles que los alemanes habían talado para obstaculizar el avance ruso. Después de varios combates a través del este de Alemania, el 1er Ejército de Tanques de la Guardia se encontró en las inmediaciones del antiguo campo de prisioneros de Joe, el Stalag IIIC. Al encontrarse con una columna motorizada enemiga, se generalizó un formidable intercambio de disparos, que finalizó cuando los alemanes abandonaron la zona, al acercarse al convoy descubrieron a un grupo de prisioneros de guerra estadounidenses que estaban siendo trasladados al este, lamentablemente dos de los cautivos murieron durante el tiroteo. Al día siguiente, Beyrle y los rusos irrumpieron en el campamento liberando a miles de prisioneros de guerra aliados. Después de asegurar el área, oficiales rusos convocaron a Beyrle a la oficina del comandante alemán.
Después de liberar el Stalag IIIC, la unidad soviética de la que ahora pertenecía el sargento americano siguió rumbo a Berlín, librando feroces combates con las tropas alemanas que, siempre en inferioridad numérica y material, defendían con increíble tenacidad su madre patria.
Una mañana a principios de febrero, Beyrle iba montado en un Sherman que integraba una columna de unidades blindadas a unas pocas millas de Berlín, cuando de repente fue atacada por un grupo de bombarderos en picado Stuka de la Luftwaffe. Durante el caos que siguió, Joe fue gravemente herido en la ingle y perdió gran cantidad de sangre mientras era atendido por un sanitario sobre la cubierta del motor de su blindado. Fue llevado a un hospital militar soviético en Landsberg an der Warthe, Alemania (hoy Gorzow, Polonia).
Un día, el hospital fue honrado con una visita sorpresa. El sargento Beyrle vió que muchos de los pacientes estaban intentando ponerse de pie, por lo que él también se incorporó. Joe estaba impresionada cuando vio que el ilustre visitante era el Mariscal Georgi Zhukov, el comandante militar más condecorado en la historia de la Unión Soviética.
Un médico acompañaba al Mariscal Zhukov y le indicaba las heridas que cada hombre había recibido, el Mariscal agradecía a cada uno por su sacrificio para derrotar a los nazis. Cuando llegó ante nuestro héroe, se sorprendió al encontrarse con un estadounidense. A través de un intérprete, Beyrle explicó a Zhukov quién era, de dónde venía, y la forma en que terminó luchando con el Ejército Rojo. Su historia fascinó al general ruso, que se comprometió a ayudarlo a volver a casa.
Al día siguiente, el sargento Beyrle recibió la increíble noticia de que iba a ser trasladado a Moscú, el Mariscal Zhukov le hizo llegar un salvoconducto firmado por él mismo para allanarle el camino a la embajada Americana.
Después de unos días de viajar en un traqueteante convoy de camiones a través de la Polonia desgarrada por la guerra, abordó un tren hospital que lo llevó a la Unión Soviética. Al llegar a las afueras de Moscú, Beyrle fue escoltado por un coronel ruso a través de la ciudad hasta la embajada de EE.UU. cerca de la histórica Plaza Roja, en el último retén de la NKVD su salvoconducto le fue retirado porque ya no lo necesitaría más. La alegría de estar entre los suyos rápidamente se transformó en incredulidad cuando Joe fue conducido a una habitación donde dos oficiales del Ejército de EE.UU. lo interrogaron con un Marine armado de pie junto a él. Cuando Joe les preguntó por qué había un marine armado con ellos, manifestaron que, según sus registros, Joseph R. Beyrle había muerto en acción el 10 de junio de 1944.
Cuando el sargento Joseph Beyrle fue capturado, un soldado alemán tomó sus placas de identificación. Más tarde, las tropas estadounidenses descubrieron las placas en un cuerpo irreconocible en el campo en Normandía. Por lo mismo, el ejército lo consideró caído en batalla informando a sus padres que estaba muerto quienes enterraron lo que pensaban que era su cuerpo en una tumba militar en Sainte-Mère-Église.
Después de unos días de tensa espera, donde el sargento Beyrle pensó seriamente en unirse a los rusos, gracias a sus huellas digitales, la embajada de EE.UU. en Moscú confirmó la identidad del soldado en su custodia como el sargento Joseph R. Beyrle.
Después de una interesante estadía en Moscú, el sargento Beyrle y una docena de prisioneros recién liberados se dirigieron a la ciudad portuaria soviética de Odessa en Ucrania. Desde allí, se embarcaron en un barco que los llevó a través del Mar Negro a Estambul, Turquía y, a continuación, a Port Said, en Egipto. Después de una breve estancia en el lugar, los soldados fueron transferidos al HMS Samaria, el mismo viejo vapor británico que había llevado a Joe a Inglaterra y de allí a su increíble aventura. Desde Egipto, el ex prisionero de guerra viajó a Nápoles, Italia, donde se sometió a una cirugía en un hospital militar para eliminar la metralla que aún tenía en su cuerpo. El 1 de abril de 1945, Joe salió de Italia para el largo viaje de regreso a los Estados Unidos. El 21 de abril, el sargento Beyrle finalmente llegó a su casa en Muskegon, donde finalmente pudo reunirse con sus padres. Para él, el increíble viaje había terminado. El 28 de noviembre de 1945, Joseph R. Beyrle fue dado de baja con honores del Ejército de EE.UU., debido a las lesiones que sufrió durante la guerra. Luego pasaría a trabajar para la Brunswick Manufacturing Corporation, que fabricaba mesas de Billar y bolas de Bowling, como supervisor de envíos. El 14 de septiembre de 1946, Joe Beyrle se casó con su novia Joanne, irónicamente el párroco que los unió era el mismo que había realizado su ceremonia fúnebre 2 años antes. Joe y Joanne tuvieron una hija, julie, y dos hijos. Siguiendo los pasos de su padre, Joseph Beyrle II sirvió con la 101ª División Aerotransportada en la guerra de Vietnam y su otro hijo, John Beyrle se convirtió en embajador de EE.UU. en Rusia entre el 2008 y el 2012.

John Beyrle, hijo de Joseph, se desempeñó como embajador de EE. UU. En Moscú de 2008 a 2012.
Nunca contó nada de sus aventuras en la guerra, solo dijo que sirvió como paracaidista, como muchos ex-combatientes él no se consideraba un héroe, ese honor solo les corresponde a los que murieron y quedaron allí, en el campo de batalla, y pagaron con su vida el precio de la victoria.
Joseph Beyrle es la única persona conocida que ha luchado por los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. El 6 de junio de 1994, durante el 50 aniversario del Día D, Joe fue invitado a una ceremonia especial en la Casa Blanca, donde fue condecorado por el presidente EE.UU., Bill Clinton, y el presidente ruso Boris Yeltsin.
Joseph hizo cinco viajes a Rusia, de 1979 a 2004, con la esperanza de encontrar algunos compañeros de guerra rusos, entre ellos la “Mayor”.
En mayo de 2004, fue invitado a asistir al Desfile de la Victoria en Moscú, fue el único americano entre 15.000 soldados rusos, se dice que el General Kalashnikov le regaló un AK-47 especialmente dedicado.
El 12 de diciembre de 2004, Joseph Beyrle había ido a visitar Toccoa, Georgia, donde se formó como paracaidista, para relatar sus experiencias ante 1.100 estudiantes. Mientras dormía, nuestro eterno paracaidista ascendió a los cielos, murió de insuficiencia cardíaca a la edad de ochenta y un años. Fue enterrado en el cementerio nacional de Arlington, Virginia con honores militares. En 2005, una placa fue colocada en su honor en la iglesia de Saint-Come-du-Mont, Francia, donde aterrizó durante el Día-D. En 2010, una exposición itinerante dedicada a la vida de Joe Beyrle recorrió varias ciudades de Rusia, incluyendo Moscú y San Petersburgo. Hoy en día, el Museo USS Silversides en Muskegon, Michigan, cuenta con una exposición permanente dedicada a él.